Si sueles tomar el sol muy a menudo, es bastante probable que ya sepas la importancia que tiene para proteger tu piel de la acción de los rayos ultravioleta, el uso de un protector solar de manera regular.
Pero, ¿sabías que también es indispensable usarlo cada vez que vayas a salir de casa, aún cuando no vayas a la playa o la piscina, o incluso no sea verano? Lo cierto es que existen tantas opciones disponibles que es normal que, cuando nos encontremos en la tienda o en la farmacia, tengamos dudas acerca de cuál escoger.
Para ayudarte vamos a explicarte en qué fijarse a la hora de comprar un protector solar, según lo que recomiendan los dermatólogos.
Es muy posible que, a lo largo de tu vida, hayas sufrido las consecuencias de alguna que otra quemadura solar. Aún cuando una única quemadura solar no suele causar problemas a la larga, salvo las molestias que origina en el momento, sí puede llegar a convertirse en un riesgo mayor con el paso del tiempo.
De hecho, la exposición solar regular llevada a cabo en las horas más peligrosas del día, y sobre todo sin la debida protección, puede aumentar el riesgo de fotoenvejecimiento prematuro (es decir, el envejecimiento causado por la exposición al sol, lo que origina la aparición de arrugas, manchas solares e imperfecciones).
Pero, ¿sabías que el mayor riesgo tiene que ver con el cáncer de piel? La exposición regular a los rayos ultravioleta es considerado como uno de los principales factores de riesgo conocidos para el desarrollo de melanoma y no melanoma.
Debemos tener en cuenta, por ejemplo, que en países como Estados Unidos o España el cáncer de piel es considerado como la forma más común de cáncer. El cual podría evitarse fácilmente con el uso correcto de un protector solar.
Por eso se hace tan importante el uso regular de un protector solar, que consiste en un producto que actúa protegiendo la piel de la radiación ultravioleta, pudiendo encontrarlo en las tiendas en una amplia variedad de presentaciones, desde cremas a geles, pasando por lociones, ungüentos o incluso aerosoles (es decir, en forma de spray).
Pero cuando nos planteamos la posibilidad de comprar uno, existen algunos aspectos en los que deberíamos fijarnos siempre, y que van más allá de si el envase es bonito, o de si incluso confiamos en la marca que lo ha fabricado.
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El SPF
El factor de protección solar, que podemos encontrar bajo las siglas SPF o FPS, es una medida de la cantidad de la luz UVB que es capaz de filtrar. Y consiste en un número como 15, 30 o 50, que indica el grado de protección contra las quemaduras solares proporcionado por ese producto en concreto.
De esta manera, por ejemplo, podemos decir que un SPF 15 es capaz de bloquear alrededor del 93 por ciento de los rayos UVB, mientras que un SPF 30 bloquea aproximadamente el 97 por ciento de los rayos UVB.
Por tanto, es un elemento que se encuentra directamente relacionado con la cantidad total de exposición al sol, y no únicamente con la duración de la propia exposición en sí.
Esto es debido principalmente a que dentro de la cantidad de exposición debemos tener también en cuenta la duración, además de otros aspectos importantes como la temporada, la hora del día, la ubicación geográfica o las condiciones del clima.
En caso de que tengas una piel sensible que se quema rápidamente, los expertos aconsejan optar por un protector solar de amplio espectro con un SPF de 30 o superior (por ejemplo, de 50).
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La importancia de fijarnos en nuestro tipo de piel
Además de escoger un factor de protección adecuado, es importante prestar atención a nuestro tipo de dermis, ya que de esta manera conseguiremos usar un producto que haya sido concebido y desarrollado teniendo en cuenta las necesidades particulares que tenga.
Por ejemplo, en caso de que tengamos la tez grasa, o con cierta tendencia a los brotes de acné, es muchísimo más aconsejable optar por un protector solar que haya sido etiquetado como “no comedogénico”.
Esto es especialmente importante, ya que el hecho de que sea no comedogénico significa básicamente que no hay riesgo de que obstruya o tapones los poros, por lo que al no bloquearlos no producirá acné o comedones.
¿Y si tenemos la piel seca? En estos casos lo más adecuado es escoger ingredientes humectantes e hidratantes, como el ácido hialurónico o las ceramidas, los cuales no solo protegerán, sino que, mientras tanto, ayudarán a hidratarla.
En caso de tener la dermis sensible, lo recomendable es optar por ingredientes minerales, como el dióxido de titanio o el óxido de zinc, que en esta ocasión en concreto pueden ser particularmente interesantes para proteger, sin inflamar o enrojecer.
Atendiendo a la textura del protector solar: ¿qué opción es la mejor?
Aunque no se trata directamente de una característica que pueda hacer que un determinado producto sea más o menos efectivo, lo cierto es que esta cuestión tiene más que ver con nuestro propio gusto personal, lo que sí incidiría en la comodidad -o no- cada vez que nos aplicamos el producto.
Como te hemos mencionado de forma muy breve en un apartado anterior, hoy en día hay texturas verdaderamente diversas, de manera que no solo nos encontramos cremas.
También podemos distinguir protectores solares en base de gel, lociones o incluso en forma de spray, algo que puede llegar a facilitar enormemente su aplicación, haciéndola todavía más simple y sencilla.
Lo cierto es que cualquiera de ellas es efectiva siempre y cuando sea de amplio espectro, contenga un SPF adecuado y sea apto para nuestro cutis, independientemente de la textura del producto en sí. Siempre y cuando, claro está lo usemos correctamente.
La importancia de aplicarlo correctamente
Como opinan todos los dermatólogos, cualquier protector solar que cumpla con las características que te hemos mencionado será efectivo siempre y cuando se utilice de forma correcta.
Lo más recomendable siempre es aplicar una pequeña cantidad de producto en la totalidad de la piel del cuerpo que vaya a estar expuesta al sol. A su vez, es conveniente reservar alrededor de una cucharada para toda la cara.
No obstante, recuerda que también existen protectores solares para la cara, que precisamente han sido especialmente concebidos para su uso exclusivo sobre el rostro, por lo que suelen presentar una textura y una fórmula más delicada y respetuosa, y además vienen en envases más pequeños, mucho más fáciles de transportar.
Por otro lado, es importante aplicarlo siempre 30 minutos antes de la exposición al sol. O, en caso de que no vayamos a tomar el sol o no vayamos a la playa o a la piscina, aplicarlo simplemente 30 minutos antes de salir de casa.
También debemos tener en cuenta otro aspecto esencial, que tendemos a pasar por algo: es imprescindible reaplicarlo cada dos horas. O, bien, de forma inmediata después de haber salido del agua o haber sudado mucho, aún cuando el producto sea resistente al agua.
¿Y si dispones de un protector solar elaborado en forma de aerosol o spray? En este caso, especialmente si piensas o necesitas aplicarlo sobre el rostro, lo más recomendable es rociarlo directamente sobre las manos, para aplicarlo posteriormente sobre la cara con la ayuda de los dedos.
De esta manera conseguirás una mejor aplicación, sobre todo mucho más uniforme.
Y, por último, pero no menos importante: recuerda que el protector solar tiene una fecha de caducidad, que encontraremos en el envase del producto, generalmente dentro de un icono con forma de envase abierto.
Indica el número de meses hasta el que podrá utilizarse el producto con seguridad desde el momento en que lo hemos abierto por primera vez. De esta forma, si el número indica “6M”, significa que podremos utilizarlo durante 6 meses desde su apertura.
Aunque no habrá problemas ni reacciones adversas por usar un protector pasado de fecha, debes saber que no será tan efectivo. Por tanto, después de descubrirte en qué fijarse a la hora de comprar un protector solar, ¿ya sabes qué tener en cuenta cuando te encuentres en la tienda?