Si sigues una rutina de cuidado de la piel, y tiendes a aplicarla diariamente, es posible que ya sepas que el uso de una crema hidratante se convierte en uno de los pasos esenciales, que nunca deberían faltar, dado que se caracteriza por ser uno de los últimos pasos a seguir (a no ser que, claro está, también utilices una crema específica para abordar, a modo de tratamiento, algún problema específico).
Sin embargo, pocas personas saben que un sérum facial también podría convertirse en un paso repleto de beneficios para nuestra piel, ya que también actúa como un humectante, aunque más ligero. La cuestión es, ¿cuáles son las diferencias entre sérum y crema? ¿Son lo mismo?
Cuando hablamos de un régimen de belleza, nos referimos básicamente a una rutina diseñada con la finalidad de limpiar, tratar e hidratar la tez, lo que nos ayudará de forma realmente positiva a la hora de proporcionar una serie de principios activos únicos.
En este sentido, es bastante probable que ya estés familiarizada con la limpieza y con la hidratación, pero existe un paso adicional que podría proporcionar también beneficios sumamente interesantes, y que van más allá de una mera humectación ligera. En esta ocasión no te estamos hablando del tónico, sino del sérum.
No hay duda que a todos nos gusta obtener resultados, especialmente cuando se trata del cuidado del cutis. Y un suero, como veremos y conoceremos a continuación, puede convertirse en una opción útil a la hora de obtener ese brillo a largo plazo que tanto buscamos, dado que básicamente consisten en una serie de productos potentes dirigidos a cubrir necesidades o problemas específicos cutáneos.
Además, ofrecen la ventaja añadida de que son tremendamente fáciles de aplicar, mientras que al contener altas concentraciones de determinados ingredientes activos, en la mayoría de las ocasiones para aplicarlo bastará apenas con una mínima cantidad de producto.
¿Qué es un sérum facial?
Antes de conocer cuáles son las diferencias entre ambos, es necesario aprender a descubrir qué es cada uno de estos productos.
El sérum facial consiste en un paso especial que se puede añadir a cualquier rutina, que puede proporcionar tanto beneficios adicionales como un impulso así igualmente adicional.
Se diferencian de los humectantes y de las cremas en que ofrecen cantidades verdaderamente concentradas de distintos ingredientes activos, que en resumidas cuentas son clave para proporcionar resultados poderosos abordando necesidades específicas relacionadas con la dermis.
Presentan una consistencia ligera, lo que ayuda a absorberse más rápidamente debido precisamente a que contienen moléculas de menos tamaño, de ahí que sea una opción única para integrar en la rutina de cuidado de la piel, entre la aplicación del tónico facial (si lo usas, en caso contrario el limpiador) y el humectante o crema hidratante.
Suelen estar compuestos por una serie de ingredientes específicos que proporcionan distintos beneficios para la dermis, según la edad o las necesidades. Por ejemplo, hay serums específicos para los 40 años, también para los 50 años, y hay productos más recomendados a partir de los 60 años.
Y lo hacen, además, en grandes concentraciones, lo que se caracteriza de hecho por ser una de sus principales ventajas.
Por ejemplo, el ácido hialurónico se caracteriza por ser uno de los más populares, ya que es un ingrediente que ayuda a mantener los tejidos hidratados, al hidratar, rellenar y ayudar a retener mejor la humedad.
El retinol se convierte también en otro ingrediente útil. En esta ocasión nos encontramos ante un derivado de la vitamina A, el cual es capaz de rellenar la piel, con lo que ayuda a minimizar la apariencia de las líneas finas y las arrugas.
También puede actuar como un antioxidante, y es útil para estimular la renovación celular y la producción de nuevo colágeno (que, dicho sea de paso, se convierte en una fibra esencial para mantener la estructura dérmica).
La vitamina E es otro de los ingredientes más comunes, al igual que la vitamina C. Mientras que el primero es un ingrediente con beneficios antioxidantes, útil para proteger, hidratar y nutrir, suavizar activamente, la segunda es también antioxidante, útil para estimular el rejuvenecimiento al estimular la producción de colágeno, mejorando tanto el tono como la luminosidad.
Una de las principales características distintivas del sérum es su absorción inmediata, a la vez que repara profundamente la dermis, gracias a que puede llegar a capas más profundas. A su vez, brinda una elevadísima concentración de distintos ingredientes activos, así como bioelementos varios. Además, aunque puede brindar beneficios humectantes ligeros, su función en sí misma no es hidratar, sino nutrir.
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En definitiva, un suero se convierte en una opción única muy útil para abordar y tratar necesidades específicas de la piel, yendo más allá de un mero beneficio humectante.
Al contrario, mejora el funcionamiento de la dermis, pudiendo tener incluso un efecto potenciador sinérgico, motivo por el cual se recomienda utilizar antes de la aplicación de una crema facial.
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¿Y una crema facial?
Sin embargo, una crema hidratante suele ser un humectante típico, que puede ser aplicada tanto por el día como por la noche, aunque las que se utilizan habitualmente por el día pueden brindar una combinación de hidratación, determinados nutrientes y protección solar.
Es decir, es un producto humectante cuya princnipal función es la de hidratar la piel.
Esto se consigue básicamente a que contiene una mayor concentración de componentes activos grasos, y una menor concentración de componentes acuosos, motivo por el cual presenta una textura y una consistencia bastante más espesa, en comparación a los sueros.
En este sentido, una crema facial siempre se tiende a utilizar como último paso de la rutina de cuidado facial, dado que con su aplicación conseguimos proporcionar hidratación y sellar la humedad, mientras la tez se nutre. Eso sí, hay quien aconseja aplicar incluso posteriormente un aceite facial con la finalidad de sellar todavía más la humedad.
Principales diferencias entre el sérum y la crema facial
Llegados a este punto, es bastante probable que ya conozcas cuáles son algunas de las principales diferencias. Su composición es, evidentemente, una de ellas, pero no la única.
Por ejemplo, mientras que el sérum posee una consistencia ligera al estar elaborado en base de agua o aceite, la crema presenta una mayor cantidad de componentes grasos, lo que le confiere esa textura y consistencia más pesada.
A su vez, el primero dispone de moléculas de mucho menor tamaño, motivo por el cual no solo nutre hasta alcanzar capas más profundas, sino que tienden a absorberse muchísimo más rápido. Sin embargo, una crema, por el hecho de ser más pesada, tiende a permanecer en la superficie, hidratando y nutriendo la piel desde el exterior.
Los ingredientes activos que encontramos en la formulación de cada uno de estos productos es también otra de sus diferencias más importantes.
Por ejemplo, el suero tiende a contener una elevadísima concentración de unos pocos ingredientes activos, mientras que una crema suele contener más componentes grasos y una pequeña cantidad de ingredientes activos.
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En este sentido, y de acuerdo a los especialistas, mientras que una crema facial común puede contener apenas entre un 10 a un 20 por ciento de ingredientes activos, el sérum facial alcanza tranquilamente el 70 u 80 por ciento, motivo por el cual destaca sobre todo por su elevada concentración de ingredientes.
Tampoco podemos olvidarnos de otra característica -o diferencia- fundamental. Y es que los sérums son útiles para abordar necesidades específicas de la piel. Es decir, pueden ser útiles para tratar la sequedad y la deshidratación, las líneas de expresión y las arrugas, las manchas solares o el acné (por citar solo algunos sencillos ejemplos).
Sin embargo, una crema únicamente tiende a humectar e hidratar, por lo que tendríamos que escoger una antienvejecimiento si lo que deseamos es abordar problemas relacionados con el envejecimiento.
Podríamos asimilar incluso al suero como una especie de todo en uno, ya que un solo producto, al estar repleto de distintos principios activos, puede ser capaz de tratar una amplia variedad de problemas.
Eso sí, aunque podamos pensar que un suero puede hacerlo todo, no debemos llevarnos a engaño: nunca debe convertirse en un sustituto de una crema facial, puesto que aunque puede humectar ligeramente, no humectará ni hidratará lo suficiente como sí hace una hidratante.
Por tanto, debemos tener siempre presente que el sérum se puede convertir únicamente en un paso adicional a añadir a la rutina de cuidado facial, que la mejora y la completa considerablemente, pero nunca como una opción para sustituir el paso final que supone la aplicación de una crema pesada, nutritiva y rica.